«UNA PASIÓN NO CORRESPONDIDA. La izquierda mexicana, con excepciones, sigue viendo en la figura de Fidel Castro una bandera libertaria digna de su devoción. La dictadura hace uso de esa pasión sólo si le ayuda a perpetuarse». —Christopher Domínguez
Por estos días vuelve a retumbar en las redes las denuncias respecto a las decisiones políticas del régimen castrista en cuanto a la venta de medicamentos a México. País que pareciera cada día ir dando pasos agigantados en camino de ser la sustituta de Venezuela como hospedero del parasitismo económico castrista.
«Pese a la escasez en Cuba, el Gobierno vende medicamentos a México por unos 84 millones de dólares».
Para quienes no sufren desde dentro la miseria y la escasez impuesta por la tiranía revolucionaria de todo, incluidos los medicamentos. Y pese a toda la evidencia en contra, continúan creyendo en la falsedad de la “potencia médica”, ese hecho de la venta de medicamentos no revela gran cosa. Puesto que la propaganda del régimen castrista ha sido siempre superior a la verdad contrastable e inconveniente a muchos.
«En Cuba la violencia es una violencia silente, una violencia de silencio. Si tú comparas ahora mismo esa detención exprés con los muertos en Colombia, por ejemplo, tú dices ¡ah!, en Cuba no pasa nada. Si tú comparas esto con los secuestros en México, no pasa nada claro. Pero imagínate que yo he estado 60 veces en un calabozo durante dos años. Si calculamos posiblemente sea de a dos por mes. Del Estado cubano, no estamos hablando de que es una pandilla, ni mucho menos, es el Estado cubano. El mismo que tiene que administrarme mi alimentación, mi salud, mi medicina y mi estado de que yo vaya preso o no. Un juez que pone el Estado cubano también y decide si yo voy preso o no. Todo eso lo decide el mismo Estado que me mete preso y que viola mis derechos a diario. Estamos traumatizados “brother” y por eso es que la gente tiene que emigrar». —Luis Manuel Otero Alcántara
Podríamos considerar que esa relativización y trivialización, que el activista y prisionero político cubano Luis Manuel llama “violencia silente” y en lo personal la refiero como “doble enterramiento”, consistente en minimizar, banalizar, o justificar un hecho o acción comparándolo con otros que podrían ser peores o similares.
En lugar de comparar la gravedad de las situaciones, es necesario abordar cada una de ellas de forma individual y buscar soluciones adecuadas a cada caso. Comparar la violencia en Cuba con la violencia en otros países no debería servir como excusa para ignorar o justificar las violaciones a los derechos humanos que ocurren en la isla.
En este caso, se estaría tratando de negar la gravedad de las violaciones a los derechos humanos en un país, comparándolas con otros contextos violentos, como forma de “reducir” lo ocurrido, llevándonos a invisibilizar el sufrimiento y las consecuencias de dichas violaciones, en una especie de negacionismo cómplice.
Negar o minimizar las violaciones a los derechos humanos en Cuba mediante la comparación con otras realidades violentas no es una respuesta adecuada. Cada país y cada régimen deben ser responsables de sus propias acciones y ser juzgados en base a los estándares internacionales de derechos humanos.
La venta de medicamentos a México por parte del gobierno cubano, a pesar de la escasez que existe en Cuba, es un hecho que pone en evidencia la contradicción entre la imagen de “potencia médica” y la realidad que viven los ciudadanos cubanos.
La propaganda del régimen ha sido efectiva en crear una narrativa que presenta a Cuba como un referente en materia de salud, mientras que en la práctica los ciudadanos sufren las consecuencias de la escasez de medicamentos y la falta de acceso a una atención médica adecuada.
A menos de un año de que salieran a la luz estos datos de la venta de medicamentos a México, la prensa independiente daba a conocer el agravamiento de la situación respecto al deterioro en la calidad de la atención médica y la terapéutica oncológica en la isla.
Denunciando desde algunas de las carencias que padece el sistema de salud cubano en cuanto a la detección temprana, los medios diagnósticos, hasta los procederes terapéuticos de los cuales algunos insumos y medicamentos se encontraban en falta desde hacía casi un año atrás.
He aquí el tremendo rechazo a la inmoralidad castrista que reveló tal noticia, justo en medio de uno de los peores momentos de la ya permanente crisis de medicamentos. En la que la escasez incluso en el mercado negro interno ha terminado obligando a los cubanos a suplicar por las redes sociales tanto a familiares, amigos, como a conocidos y desconocidos en el extranjero. O peor aún a terminar arriesgado sus vidas mediante la emigración a otros países con la esperanza de ser atendidos.
Lo amargamente chocante continúa siendo la influencia de la maquinaria propagandística castrista, y sus ecos del izquierdismo global respecto a la autoproclamada “potencia médica”. Con todo y a pesar de que, gracias a algunos disidentes y activistas en la isla, sumados a los periodistas y prensa independiente y/o alternativa, ya se cuenta con varios lustros de evidencia periodística que muestra la realidad del deplorable sistema de salud cubano.
El tirano mayor y profeta de la moringa, conocía perfectamente el poder de la información y mantuvo a los cubanos aislados informacionalmente todo lo que pudo. Incluso a pesar de que desde el 2011 se conectara Cuba por fibra óptica a la red vía Venezuela, estando el cable totalmente operativo en el 2012, en la isla debimos esperar más de 6 años para ver los comienzos de la red en los teléfonos celulares de los ciudadanos de a pie.
Entre las atrocidades a su infernal retiro se lleva la de haber podido masacrar a los manifestantes del inolvidable Maleconazo, a las víctimas del remolcador 13 de marzo que, de haber existido internet o incluso solo móviles, la historia habría sido otra, quizás más parecida al estallido nacional del 11 de julio o al comienzo del final del castrismo en el poder.
A pesar de haber sido la nuestra nación, pionera en las telecomunicaciones, instalándose el 10 de septiembre de 1867 el primer cable submarino en unir a Cuba, Estados Unidos y España, solo 9 años del primer intento del ser humano de conectar los continentes mediante la colocación del primer cable submarino transatlántico del mundo, instalado el 5 de agosto de 1858 entre América y Europa.
Y solo 17 años después del primer cable submarino instalado en el mundo, cuando en 1850 quedaron establecidas las comunicaciones entre Reino Unido y Francia, a través de un cable sumergido en el Canal de la Mancha.
Es imposible no imaginarnos, a qué niveles de desarrollo hubiéramos llegado de haber continuado con la prosperidad con la que avanzábamos antes del fatídico triunfo castrista en 1959. Al menos podríamos tener una idea aproximada sugerida por las estimaciones de algunos economistas, basadas en las tendencias económicas y sociales de la época y en comparación con otros países de la región.
Estas estimaciones sugieren que Cuba podría haberse desarrollado de manera similar a otros países latinoamericanos, como Argentina o Uruguay, que tenían un nivel de ingresos comparable en ese momento. O incluso superior al nivel de la República de Chile, actualmente el más avanzado en vías de desarrollo.
Por ejemplo, Archibald Ritter, economista canadiense que ha estudiado extensamente la economía cubana, estimó que si Cuba hubiera seguido el camino de desarrollo que tenía en la década de 1950, su PIB per cápita en 2000 habría sido de alrededor de $14,000, lo que la habría situado en una posición similar a la de Chile.
Sin embargo, debido a la adopción del socialismo e intentos de falso capitalismo de estado, la economía cubana ha tenido un bajo crecimiento económico y un bajo nivel de vida para su población en comparación con otros países de la región y del mundo.
Regresando al tema central, los testimonios sobre la realidad de la atención médica en Cuba han ido en aumento encabezado principalmente por activistas desde el exterior que desean mostrar la verdad detrás de la cortina propagandística internacional respecto a la salud en Cuba. Aunque su alcance real en la mayoría de los cubanos de a pie tardó en ser significativa por las limitaciones castristas impuestas a la red de redes.
Esa falta de acceso a internet y a medios de comunicación independientes ha permitido al régimen cubano controlar la narrativa y limitar el acceso a información crítica y diversa. La conectividad limitada a internet y la censura del contenido en línea han sido un tema de preocupación para la comunidad internacional y para los defensores de la libertad de expresión y los derechos humanos.
«El internet cubano sigue lento a pesar del supercable venezolano. Conectarse a internet en Cuba es, en el mejor de los casos, difícil; y en el peor, imposible. Solo una pequeña parte de la población tiene permiso para acceder a la red desde casa, como los funcionarios, los científicos y los trabajadores de empresas extranjeras». —Sarah Rainsford, BBC, La Habana, 26 mayo 2012.
Teniendo en cuenta que todos los medios de comunicación en Cuba son estatales, subordinados al régimen, y que los acreditados se han comportado como meros ecos del oficialismo. No ha de ser difícil comprender el nivel de aislamiento, manipulación y adoctrinamiento al que ha podido llegar el régimen sobre la opinión pública nacional.
A lo que se suma que no están permitidas las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) como contrapeso a los datos que pueda emitir el régimen respecto a lo que ocurre o no ocurre en la isla. Por lo que esto repercute también en la vision internacional respecto a la isla.
Además, la falta de organizaciones no gubernamentales (ONGs) independientes en el país, que puedan monitorear y denunciar las violaciones de derechos humanos y la corrupción, también ha contribuido a la falta de transparencia y rendición de cuentas en Cuba.
La ignorancia política del cubano, de ese Homo Revolucionarius kubinskiy es tal que la prensa oficialista se permite todo tipo de bazofias absurdas, verdaderos embustes que conforman los estandartes del ridículo revolucionario, que de ser vistos con pensamiento crítico ocasionarían mortíferos bumeranes contra ellos mismos.
«Medios dependientes del cibernegocio contra Cuba. Se catalogan como independientes o alternativos. Pero basta ir tras la ruta del dinero que los alienta y articula para saber de quién dependen y a qué línea editorial responden…». — Walkiria Juanes Sánchez
De entrada, la frase (anterior) es falaz dado que autor utiliza una falacia de ataque ad hominem, al tratar de desacreditar a los medios independientes o alternativos basándose en la supuesta dependencia de su financiación.
En lugar de debatir las ideas o los argumentos presentados por los medios independientes o alternativos, intenta desacreditarlos basándose en su supuesta dependencia de financiamiento de organizaciones internacionales, y afirma que no son imparciales. Es decir, en lugar de refutar los argumentos presentados, se ataca a la fuente que los presenta.
En este caso, se está utilizando además una falacia de falsa equivalencia, ya que está equiparando dos situaciones que no son equivalentes o comparables de manera justa, y se concluye que deben ser tratadas de la misma manera. Porque se está equiparando la financiación de medios alternativos por parte de organizaciones internacionales con la financiación de medios por parte del régimen castrista.
Como si ambas fuentes de financiación fueran equivalentes y generaran los mismos efectos en la objetividad y la imparcialidad de la información que difunden los medios.
En primer lugar, los medios alternativos reciben financiamiento de organizaciones internacionales precisamente, para poder mantener su independencia editorial y ofrecer información que no es censurada por el régimen castrista.
En cambio, los medios financiados por el régimen castrista están subordinados a los intereses del gobierno y su línea editorial está fuertemente controlada por las autoridades. Comparar estas dos situaciones como si fueran equivalentes es incorrecto y no tiene en cuenta la realidad de la situación en Cuba.
Y muy importante es que esta falacia también se podría considerar como un intento de desviar la atención del verdadero problema, que es la falta de libertad de prensa en Cuba y la censura que se ejerce sobre los medios de comunicación independientes.
Al llamarle “cibernegocio” para referirse a estos medios es una forma de descalificación, no sería una ofensa si entendieran que “negociar” es intercambiar y que lucrar no es ni deshonesto ni inmoral. Que si es rentable el negocio es porque hay mercado, o sea hay demanda, y si hay demanda es porque hay escasez, dado que la competencia no es suficiente.
Como es el caso de los medios oficialistas que nadie soporta, a excepción de algunos en la generación perdida por la rigidez que les es otorgada con los muchos años de adoctrinamiento y autocensura. El oficialismo, con todo y monopolio, con sus historias distópicas, no es ni remotamente suficientes en cubrir las demandas verdaderas de la información real y cotidiana en la isla.
Entonces siguiendo la lógica que ellos aplican, si los medios alternativos tienen una fuente de financiación en organizaciones internacionales, especialmente de los EE. UU., y por eso no son imparciales, entonces las financiadas por el régimen castrista tampoco lo son, subordinadas a los caprichos de la clase dirigente o elite de poder “revolucionaria” dueña de un verdadero monopolio por muy “socialista” que se apellide. Tiene indeterminadamente más conflictos de intereses.
Cuando el verdadero debate podría ser: ¿por qué unos pueden como ciudadanos cubanos disponer de los recursos generados por todos los cubanos y otros no? O ¿cuáles de los medios mienten más a los cubanos, incluido el ocultamiento de la realidad imperante en la isla y fuera de ella?
En otras palabras, lo no falaz sería que, en lugar de atacar e intentar desacreditas a los medios independientes, se debería centrar en el debate real sobre el acceso de todos los ciudadanos cubanos a sus recursos públicos y en la transparencia de los medios de comunicación públicos, o sea de todos los cubanos.
Sin embargo, no se puede culpar completamente al pueblo cubano por su “ignorancia política“. Es importante tener en cuenta que el acceso a información independiente y crítica es extremadamente limitado en la isla.
Además, de que aquellos que se atreven a disentir o a criticar públicamente al régimen enfrentan represalias y persecución. Sumado a la abrumadora y agotadora propaganda política y las necesidades que impiden al cubano el mínimo tiempo siquiera para el ejercicio de pensar a patas sueltas.
Aunque no pocas veces nos hemos llamado cobardes, “cubardes”, a nosotros mismos. En lugar de culpar al pueblo cubano, es más productivo enfocar los esfuerzos en promover el acceso a información independiente y en fomentar la educación crítica y el pensamiento reflexivo. Solo así se puede empoderar a las personas para que puedan formarse su propia opinión y participar de manera consciente en el debate político.
«El comunismo no le arrebata a nadie el poder de apropiarse de los productos sociales (bienes creados socialmente, a través del trabajo social); solo el poder de servirse de esa apropiación para someter el trabajo ajeno» Nos cuenta el panfleto comunista en su teoría muy distante de lo que en la práctica hacen:
¿No es utilizar todos los medios de comunicación posibles, en función de “proteger” la “revolución” o sea la elite dirigente dominante, servirse de esa apropiación para someter al resto?
Con “ignorancia política” hago referencia a la falta de conocimiento y/o comprensión de los asuntos públicos, políticos y gubernamentales de la nación. Esta puede deberse, entre otras, a la falta de acceso a la información, la falta de interés o motivación para aprender sobre estos temas, o la falta de educación o formación en política imparcial.
La ignorancia política puede tener consecuencias negativas en la participación ciudadana y la toma de decisiones informadas, lo que a su vez puede afectar la calidad de la democracia y la gobernanza en una sociedad. Es, en definitiva, el resultado de este proceso de politización sesgada y alienación que ha impedido el desarrollo de una ciudadanía crítica y participativa en la isla.
«El peor enemigo del socialismo no es el capitalismo. Es la realidad» —Margaret Thatcher
La realidad es, volviendo al punto, que actualmente representa una verdadera falta de ética profesional del periodismo internacional (dado que el nacional es simple vocero del régimen y por ende parcializado y carente de ética per se…).
Especialmente desde que en diciembre del 2018 el régimen castrista por fin autorizara el internet en la red móvil, y los cubanos comenzaran una avalancha de verdades sobre la paupérrima situación del sistema de salud cubano, que encontró su acmé ante la crisis humanitaria y sanitaria por el colapso de los servicios de salud que fueron uno de los motores impulsores del estallido nacional del 11 de julio de 2021.
Lo altamente preocupante por indigno y deshonesto es que mientras el mundo hacía elogios al tratamiento de los pacientes oncológicos en Cuba, dentro de la isla llovían las denuncias por las condiciones en que se encuentra el Instituto Nacional de Oncología y Radiología de Cuba (INOR). Incluida la grave falta de medicamentos, el maltrato tanto a pacientes como a sus familiares y amenazas por parte de la Seguridad del Estado para que no se denuncien los problemas.
Así como denuncias sobre la corrupción institucional en cuanto al trato desigual, acompañada además de la segregación de trabajadores y profesionales por cuestiones políticas. Incluido el caso documentado de la expulsión del bioquímico e investigador, profesor Oscar Casanella Saint-Blancard por presión de la policía política (Seguridad del Estado), los abusos y violaciones del código ético médico cometidos contra la profesora Omara Ruíz Urquiola como paciente de dicho centro.
«Psicólogo cubano estalla en las redes por maltrato a pacientes con cáncer: “Pena, dolor y asco”: “… Es triste ver temprano en la mañana, lo mismo en días fríos o lluviosos, a esas mujeres con sus turbantes y otros pacientes con vendas en la cara, en el cuello o cualquier otra parte, con sus caras tristes y cansadas. Pasar tanto rato en los quicios de las tapas de concreto que hay en el suelo, agrupados unos sobre otros”» —Melanio Ayax Borrero.
También llueven las denuncias sobre el maltrato a pacientes y familiares. Las colas, las listas de espera, la dificultad para realizar las pruebas de laboratorio. La tristeza se apodera la nación y ni el humor está consiguiendo alejarnos de ella.
«“Lo que yo publico no es ninguna mentira. (…) Voy a borrar mis publicaciones cuando me muestren una sola prueba de que en ellas hay difamación o engaño”, expresó el enfermero, quien, dijo, seguirá denunciando las injusticias que ocurren en Cuba. “Todas las injusticias no vienen de afuera, en Cuba se cometen injusticias (…) Dejaron a un enfermero en la calle. Eso es un acto de cobardía”, destacó García Rodríguez» «“Mi baja fue forzada, en contra de mi voluntad y tramitada bajo amenaza y represión por elementos de la Seguridad del Estado y de la directiva del centro, por ejercer mi derecho de libertad de expresión y de pensamiento”, denunció García Rodríguez, que estudia el quinto año de la carrera de Medicina.»
Así denunciaba su expulsión del INOR, el enfermero cubano Pedro Ariel García Rodríguez, por sus publicaciones en redes sociales. En una oleada de aplicación del Decreto-Ley 370, para aumentar el control y la censura sobre las publicaciones en redes sociales, con advertencias, multas y amenazas de presión.
«Malas Prácticas Médicas, un Eficaz Instrumento De Represión Política En Cuba»
Cualquier tipo de malas prácticas médicas son inaceptables y deben ser condenadas. En el caso específico de Cuba, existen informes de organizaciones internacionales y testimonios de personas denunciando que se han utilizado las prácticas médicas como una forma de represión política. Algo que se mantiene oculto a la mayoría dentro del secretismo del Estado y su monopolio en los medios de comunicación.
En particular, y por increíble que parezca, se ha reportado que algunos médicos y personal de salud en Cuba han participado en la tortura o maltrato de prisioneros políticos o disidentes. Así como involucrados en la negación o limitación del acceso a la atención médica a aquellos que expresan opiniones contrarias al régimen. También se han denunciado casos de médicos que reciben instrucciones de reportar información personal y política de sus pacientes al gobierno.
Estas prácticas son inaceptables y violan los principios éticos de la profesión médica, que incluyen el respeto por la dignidad humana, la autonomía del paciente y la confidencialidad. Además, el uso de la atención médica como una herramienta de represión política socava la confianza en el sistema de salud y perjudica a la población en general.
Por lo general, el castrismo utiliza a médicos militares, más comprometidos con el cumplimiento de las órdenes (que primero se cumplen y después se discuten), que con los mandamientos deontológicos de la profesión. Este modus operandi se evidencia en las brigadas paramilitares llamadas “Henry Reeve International Medical Brigade”
Resulta transcendental que se lleven a cabo investigaciones independientes y transparentes sobre estas denuncias y que se tomen medidas efectivas para prevenir y castigar cualquier abuso de poder por parte del personal de salud en Cuba. Pero para eso primero necesitamos la libertad de expresión y la prensa libre e independiente por todo nuestro hermoso archipiélago.
En ese sentido, dicha institución de salud también fue protagonista del escándalo del ‘agente Fernando‘ de la Seguridad del Estado, infiltrado como médico Carlos Leonardo Vázquez González, quien trabajó en los últimos años en la institución (INOR).
Hasta el más reciente de los bochornosos eventos como el del abuso cometido por un médico del mismo centro que la emprendió a golpes con un palo contra una perrita hasta dejarla inconsciente.
El propio director de la institución civil era un miembro activo del MININT: «Denuncian que doctor y director del Instituto de Oncología de Cuba era un coronel de la dictadura»
Es importante destacar que la situación de deterioro de la ética médica en Cuba no es un fenómeno reciente. Desde el inicio de la revolución, el régimen ha utilizado a los médicos y personal de salud como una herramienta de propaganda política, a menudo enviándolos a misiones en el extranjero para promover la imagen internacional de Cuba y recaudar divisas.
Estas misiones, que se presentan como actos de solidaridad y cooperación, en realidad son una forma de explotación laboral y violación de los derechos humanos de los trabajadores sanitarios cubanos, que son sometidos a normas represivas que limitan su libertad, privacidad y dignidad.
Según Human Rights Watch, Cuba ha enviado más de 400.000 trabajadores de la salud a 164 países desde 1963. Sin embargo, estas misiones no son voluntarias ni altruistas. Los médicos cubanos que participan en ellas están sometidos a normas represivas que vulneran sus derechos fundamentales, como la libertad de expresión, asociación y movimiento, así como la privacidad.
Por ejemplo, se les prohíbe tener relaciones o amistades con personas que tengan opiniones contrarias a la revolución cubana o que promuevan un modo de vida diferente al socialista. Además, se les retiene una parte sustancial de su salario y se les amenaza con sanciones penales si abandonan su trabajo.
La ética médica en Cuba ha sido también una historia de propaganda y torturas: «Ni ropa, ni medicina, ni salidas al patio, ni sol, ni cartas, ni visitas de familiares, ni libros. En los inicios de la dictadura castrista, un grupo de presos políticos cubanos, después de haber apoyado a Fidel Castro en su lucha contra Batista, terminaron presos por él» Plantados.
En el libro “Honor bound: American prisoners of war in Southeast Asia, 1961-1973” de Stuart I. Rochester, se hace referencia a la presencia de personal sanitario cubano en Vietnam del Norte, donde brindaron atención médica a los soldados norvietnamitas y también a los prisioneros de guerra estadounidenses. Según el libro, algunos prisioneros de guerra estadounidenses fueron atendidos por médicos cubanos y, en general, recibieron atención médica adecuada.
Sin embargo, el libro también menciona que el personal sanitario cubano estaba a menudo presente en las sesiones de interrogatorio y tortura de los prisioneros de guerra estadounidenses, y que a veces incluso participaba en las mismas.
Según el autor, esto sugiere que el personal sanitario cubano no solo estaba cumpliendo con su deber de brindar atención médica, sino que también estaba involucrado en actividades de inteligencia y represión política.
En general, el libro sugiere que la presencia del personal sanitario cubano en Vietnam del Norte no fue solo para brindar atención médica, sino que también tenía un propósito político y militar más amplio.
Según testimonios de excombatientes y prisioneros de guerra estadounidenses, los médicos cubanos participaron activamente en las sesiones de interrogatorio y tortura que se llevaban a cabo en el campo de prisioneros conocido como “el Zoológico“, donde se alojaban los pilotos derribados por el ejército norvietnamita.
«Prisioneros de Guerra: Las Torturas de Fidel Castro en Vietnam»
Los métodos de tortura empleados por los médicos cubanos eran crueles e inhumanos, e incluían golpes, descargas eléctricas, quemaduras, inyecciones de sustancias tóxicas, privación del sueño y del agua, entre otros.
Los médicos cubanos también se encargaban de certificar la muerte o la supervivencia de los prisioneros después de las sesiones de tortura, y en algunos casos incluso realizaban autopsias para extraer órganos o tejidos que podían ser útiles para fines científicos o militares.
La participación de los médicos cubanos en las torturas en Vietnam es una mancha indeleble en la historia de la medicina cubana, que contradice los principios éticos y humanitarios que deben regir esta noble profesión. Es también una prueba más de la hipocresía y la falta de escrúpulos del régimen cubano, que se jacta de ser un ejemplo de solidaridad y cooperación internacional, mientras viola sistemáticamente los derechos humanos dentro y fuera de su territorio.
Estas atrocidades fueron cometidas con el consentimiento y el apoyo del gobierno cubano, que consideraba a los prisioneros como “enemigos” y “agentes del imperialismo”. Los médicos cubanos que se negaban a participar en las torturas eran amenazados con represalias o con ser enviados al frente de batalla. Algunos de ellos sufrieron graves traumas psicológicos y morales, por lo que tuvieron que hacer o presenciar.
Los gobiernos que reciben o solicitan la asistencia de médicos cubanos deberían exigir al gobierno cubano que respete los derechos laborales y personales de estos trabajadores, así como que rinda cuentas por las violaciones cometidas en el pasado y en el presente. Los médicos cubanos merecen trabajar en condiciones dignas y libres, sin ser utilizados como instrumentos políticos o económicos por una dictadura que los oprime y los explota.
«Cubano recibe amenazas por denunciar condiciones de hospital Oncológico».
Mientras el pueblo trata de sobrevivir a tanta miseria e insalubridad, plagado de escasez de todo tipo, especialmente la de medicamentos, lanzando llamados desperados al mundo exterior, salen científicos cubanos anunciando los supuestos avances biotecnológicos de la inmensa empresa estatal cubana, que exporta productos médicos a más de 73 países del mundo.
Es entonces cuando afloran las preguntas de ¿cómo es posible que se culpe al embargo económico, mal llamado por el castrismo “bloqueo”, de todo mal en la isla, al mismo tiempo que se asegure tener comercio internacional con más de 180 países?
Esto indica una contradicción en su argumento, porque si hay recursos disponibles para exportar, entonces no se puede atribuir la pobreza y la miseria exclusivamente al embargo. Además, esta contradicción es indicativa directa de la falta de transparencia en la gestión de recursos y la falsa “distribución equitativa” de los mismos en Cuba.
La biotecnología es una ciencia que utiliza organismos vivos o sus derivados para crear o modificar productos o procesos con fines diversos, como la salud humana, la agricultura o el medio ambiente. Cuba cuenta con un complejo empresarial estatal que agrupa a más de 30 instituciones dedicadas a la investigación, producción y comercialización de productos biotecnológicos.
Según las cifras oficiales, este sector genera más de 2.000 millones de dólares al año en exportaciones a más de 70 países, principalmente de América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta supuesta prosperidad contrasta con la situación de precariedad y escasez que vive el pueblo cubano, especialmente en materia de salud.
Mientras el gobierno presume de sus avances en vacunas contra el covid-19 o el cáncer, los hospitales carecen de los recursos más básicos, como medicamentos, material sanitario o agua potable. Los pacientes tienen que llevar sus propias sábanas, alimentos y hasta jeringuillas. Los médicos trabajan en condiciones infrahumanas y reciben salarios miserables. Y todo aquel que se atreva a denunciar esta realidad son perseguidos y reprimidos.
¿Cómo se explica esta paradoja? ¿Cómo es posible que Cuba exporte productos biotecnológicos mientras su población sufre una crisis humanitaria?
La respuesta está en la falta de transparencia y democracia que caracteriza al régimen castrista. El sector biotecnológico es uno de los pilares económicos del gobierno, que lo utiliza como una herramienta política y diplomática para obtener beneficios e influencia en el exterior. Al mismo tiempo, el gobierno controla toda la información sobre este sector, ocultando sus verdaderos costes y resultados.
Por ejemplo, el gobierno no revela cuánto invierte en investigación y desarrollo biotecnológico, ni cuánto gasta en subsidios y exenciones fiscales a las empresas estatales. Tampoco permite la participación ni el escrutinio de la sociedad civil ni de la comunidad internacional en el desarrollo y la evaluación de sus proyectos biotecnológicos.
El gobierno manipula las estadísticas sanitarias para mostrar una imagen distorsionada de la realidad. Así, Cuba se presenta como un país con una alta esperanza de vida y una baja mortalidad infantil, pero sin tener en cuenta los factores que influyen en estos indicadores, como la emigración masiva o el aborto selectivo.
La biotecnología podría ser una fuente de progreso y bienestar para Cuba si se gestionara con criterios científicos, éticos y sociales. Pero mientras persista un sistema autoritario y opaco que impone su voluntad sobre la voluntad del pueblo, la biotecnología seguirá siendo un instrumento al servicio del poder y no del pueblo.
En conclusión, la biotecnología en Cuba es un ejemplo más de cómo el régimen castrista utiliza la ciencia como un instrumento de propaganda y control social, sin importarle el bienestar de su pueblo. Es necesario exigir más transparencia y rendición de cuentas al gobierno cubano sobre este sector, así como apoyar a los científicos y críticos que trabajan por una biotecnología al servicio de la sociedad y no del poder.
Todo transcurre mientras que la falta de medicamentos, de suministros médicos y equipos, junto con la falta de personal médico y el deterioro de las infraestructuras sanitarias, es una aplastante realidad que afecta a todos los cubanos de a pie.
Y es, en este contexto de la venta de medicamentos al exterior, más que una forma de obtener ingresos para los famosos “programas sociales” que, en la práctica, resultan ser verdaderos fantasmas, es una clara falta de consideración hacia la población cubana que sufre.
Muchas veces, si no las más, los medicamentos que se encuentran en las farmacias estatales (únicas) son de tan mala calidad y no cumplen con los estándares internacionales, que sería imposible exportarlos, en contraste con la calidad de los exportados.
La maquinaria propagandística del régimen castrista ha logrado esparcir no solo el mito de “potencia médica” sino de que goza de un poderoso sector farmacéutico, biotecnológico y producciones biomédicas. Y aunque no es menos cierto que dentro del caos de todos los sectores de la deprimente industria cubana la industria biotecnológica y médico-farmacéutica es la mejor estructurada.
El mito es fácilmente desmontable cuando mídase por donde se mida, si se hace objetivamente. Mientras el régimen alardea del sistema de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), la producción científica de calidad e impacto es deprimente, así como el número de patentes internacionales.
Como credenciales se esparcen la capacidad autónoma de satisfacer gran parte de la demanda nacional de medicamentos. Pero no se aclara que ese número de fármacos es irrisorio comparado a la media y los estándares internacionales. También se desvanece en la retórica nepotista que el impacto multiplicador sobre el resto de la economía es prácticamente nulo.
La situación de Cuba es una de las más dramáticas y complejas del continente americano. La isla, que lleva más de 60 años bajo el control de un régimen comunista, ha sufrido las consecuencias de la represión, el aislamiento, la escasez y la violación sistemática de los derechos humanos de sus habitantes.
Esta es la verdad sobre el abandono de la comunidad internacional a la realidad existente dentro de la isla cárcel. Es así como funciona parte de la maquinaria propagandística del régimen castrista, utilizando campañas internacionales como ecos, que le legitiman y lavan sus crímenes ante el mundo.
Está más que claro que el totalitarismo autocrático castrista utiliza la propaganda y la manipulación de la información para justificar sus acciones y presentarse como una víctima de la intervención extranjera, cuando en realidad es un régimen que ha violado, y viola, los derechos humanos y las libertades civiles de los cubanos durante décadas.
El régimen castrista ha utilizado el discurso antiimperialista y el bloqueo económico de Estados Unidos como excusas para justificar su fracaso económico y social, y para desviar la atención de sus propias responsabilidades.
Pero en realidad el “Embargo” no impide que Cuba pueda comerciar con otros países ni que reciba ayuda humanitaria. De hecho, Cuba es uno de los países que más cooperación internacional recibe en el mundo.
El régimen castrista ha contado con el apoyo político y diplomático de países aliados como Venezuela, Nicaragua, Bolivia, China o Rusia, que han bloqueado o minimizado las iniciativas internacionales para condenar las violaciones de derechos humanos en Cuba.
Asimismo, ha recibido el respaldo de organizaciones e intelectuales afines a su ideología, que han ignorado o negado la realidad del pueblo cubano y han criminalizado a los disidentes y opositores.
El régimen castrista ha rechazado cualquier tipo de diálogo o transición democrática en Cuba, y ha respondido con más represión y censura a las demandas sociales. Los manifestantes del 11-J fueron detenidos arbitrariamente, golpeados, torturados y sometidos a juicios sumarios sin garantías procesales.
Muchos de ellos han recibido condenas desproporcionadas que superan los 20 años de cárcel por el delito de sedición. Además, el gobierno ha cortado el acceso a internet y las redes sociales para impedir la comunicación y la movilización ciudadana.
La comunidad internacional tiene la responsabilidad de ser crítica, informada y coherente en la defensa de los derechos humanos y las libertades civiles en todo el mundo. Esto implica no caer en trampas propagandísticas de regímenes totalitarios y brindar un apoyo adecuado a aquellos que buscan la libertad y la democracia en lugares como Cuba.
La promoción de los derechos humanos y las libertades individuales es un objetivo fundamental de la comunidad internacional. Es responsabilidad de los Estados y de los ciudadanos defender y proteger estos derechos en todas partes del mundo.
No es posible aceptar ciegamente que un régimen que viola los derechos humanos sea un estado de derecho protector de la vida y la felicidad ciudadana. Eso es un doble rasero imperdonable y amoral del que la comunidad internacional no debería ser partícipe.
La comunidad internacional no debe abandonar la situación en Cuba y debe mantenerse informada sobre la situación en la isla y presionar al régimen para que respete los derechos humanos y las libertades civiles.
Puesto que la presión internacional puede ser efectiva en contribuir para obligar al régimen a respetar los derechos humanos y las libertades civiles, pero es importante que esta presión se ejerza de manera coherente y en línea con los valores y principios democráticos.
Esto implica evitar la hipocresía y asegurarse de que se apliquen los mismos estándares a todos los regímenes autoritarios y violadores de derechos, sin importar su orientación política.
Finalmente, es importante escuchar y apoyar a los ciudadanos de Cuba, quienes son los protagonistas de su lucha por la libertad y la democracia. Debemos estar atentos a sus demandas y necesidades, y trabajar en solidaridad con ellos para encontrar soluciones pacíficas y sostenibles.
*PD:
La frase “Redistribución socialista o la ‘plusvalía’ socialista de facto de ir lucrando con lo ajeno” parece implicar que, en los sistemas socialistas, la redistribución de la riqueza es presentada como un medio para corregir las desigualdades económicas, pero en realidad se logra a través de la generación de plusvalía, es decir, la apropiación de la producción de los trabajadores por parte del Estado o de la élite gobernante.
Sugiere además que este sistema es injusto porque se beneficia de la explotación de los trabajadores, quienes son forzados a trabajar por salarios bajos y no tienen la libertad de negociar mejores condiciones de trabajo o cambiar de empleo.
La “redistribución socialista” no es más que una excusa para justificar la apropiación forzada de la producción de aquellos que han trabajado duro para crearla. La supuesta “plusvalía” que se genera en un sistema socialista es en realidad una forma de esclavitud asalariada, en la que los trabajadores son explotados y privados de la libertad de elegir su propio destino económico.
Es una práctica inmoral y éticamente repugnante, que busca enriquecer a los líderes del régimen a costa del sufrimiento del pueblo trabajador. No hay nada noble en robar a los productores para dar a los no productores, y la idea de que el socialismo pueda ser una solución justa o equitativa a los problemas económicos es un mito peligroso que solo ha llevado a la opresión y la miseria.
Gracias y nuevamente los invito a continuer con esta serie: ¡Contribuyentes del mundo uníos! Ecos del castrismo en tierras democráticas o ese storytelling socialista que pagan los capitalistas.